Se acabaron las especulaciones y las prudencias en las filas socialistas. El 21 de mayo es la fecha en la que se dirimirá la madre de todas las batallas (políticas, entiéndase) y se liberarán tantas tensiones contenidas desde que la estabilidad saltara por los aires, hace ya de esto algún tiempo.
El 21 de mayo, con las rosas floreciendo, se verán las caras los tres grandes candidatos a liderar al PSOE en su incierto futuro. Uno o una florecerá. Otros se marchitarán y dejarán heridas abiertas que sangrarán por mucho que intenten restañarlas. Porque si de algo adolece históricamente la militancia socialista es de prudencia y contención a la hora de escenificar sus diferencias, muchas veces con una suerte de animadversión fratricida que deja poso.
La victoria de uno de los tres candidatos dejará dos corrientes malheridas y conllevará, como es lógico y menesteroso, sus daños colaterales. El liderazgo en las distintas regiones pende de un hilo y se decantará una vez conozcamos ganador en el proceso de primarias. Mientras todo esto ocurre, los líderes regionales vinculan su futuro a una de las tres figuras. Restañar heridas es relativamente sencillo, pero las traiciones se pagan. Supervivencia o fidelidad, esa es la cuestión. Hay quien ha optado por la segunda, y todo apunta a que terminará sacrificando la primera.