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La odisea de dos ‘getafenses por el mundo’ por culpa del coronavirus

viajeros coronavirus

Hace ahora 18 meses, Javier y Nuria decidieron emprender la aventura de sus vidas. Él funcionario docente de la Comunidad de Madrid en excedencia y ella bióloga e investigadora, optaron por dejarlo todo a un lado, colgarse la mochila al hombro y cumplir un sueño para el que llevaban preparándose mucho tiempo: recorrer el mundo a su ritmo y llegar a todos los rincones posibles del planeta. Viajar como experiencia vital. Como forma de vida.

Estos dos getafenses cargaron sus alforjas de ilusión y se lanzaron a por el reto de sus vidas en septiembre de 2018, iniciando su periplo por el norte de India y recorriendo a continuación el sureste asiático. Más de 15 países después, aún les quedaban por delante seis meses de aventura, que el Covid-19 ha truncado abruptamente.

“La idea de dar la vuelta al mundo me rondaba desde hacía mucho tiempo. Todos mis recursos los he invertido en viajar, y siempre los viajes se me hacían cortos”, explica Javier a Getafe Actualidad.  Nuria era investigadora del CSIC con una reconocida trayectoria, muy apegada a la ciencia y a la biología, pero se sumó al reto movida y empujada por el tesón de ‘Pitu’. “Ahorramos todo lo que pudimos y así tomamos la decisión; nuestra motivación era conocer otras culturas y otros puntos de vista, viajando lento, sin tiempos, porque al final es la forma más instructiva de hacerlo para poder definir qué es lo que uno quiere y conocerse mejor”, cuenta Javier.

Pero no sólo pretendían viajar. Su experiencia se ha visto enriquecida con acciones de voluntariado en Nepal, ayudando a una ONG durante cerca de dos meses, y tenían en mente realizar actividades altruistas también en Costa Rica, aprovechando el amor de Nuria por los animales.

Para inmortalizar su viaje, estos dos jóvenes han utilizado sus redes sociales y han creado un blog www.deacaparaalla.es donde han ido contando sus peripecias y han ido narrando e ilustrando todos los momentos únicos vividos. Hasta que la pandemia se cruzó en su camino.

El coronavirus

La expansión del coronavirus les sorprendió en Nueva Zelanda. Desde allí pasaron a Hawái, donde estuvieron cinco días, antes de llegar el 12 de febrero a México. Por aquellas fechas, la situación en Europa y en España no era aun especialmente alarmante, y en esta zona de Latinoamérica la preocupación tampoco se había comenzado a extender entre la población ni entre las autoridades.

Tras recorrer parte del país, Javier y Nuria llegaron a la zona turística de Riviera Maya, donde la situación a nivel internacional comenzó a torcerse. “Decidimos irnos rápidamente y cruzar la frontera por Belice y desde ahí a Guatemala, porque veíamos que se estaban endureciendo mucho las medidas para los europeos”, cuentan los protagonistas. 

A la frontera con Guatemala llegaron el 13 de marzo, un día antes de que España decretase el Estado de Alarma, y con unas restricciones serias ya en determinadas zonas del continente americano. 

“El 14 de marzo, pensando que habíamos hecho lo más difícil al haber entrado en el país, no suponíamos que fueran a tomar medidas tan rápido viendo lo ocurrido en Europa, pero el día 15 el presidente guatemalteco anunció que cerraba todos los parques arqueológicos y las zonas turísticas, y ahí tuvimos que decidir qué hacer”. Optaron entonces por viajar hasta Antigua para estar más cerca de su siguiente vuelo, programado para el 28 de marzo destino Colombia, en el supuesto de que las restricciones se suavizaran. Sin embargo, nada más llegar, el Gobierno local decretó la cuarentena. “Nos anunciaron que todo quedaba cerrado y que empezaba a haber cuarentenas serias, que en algunos hoteles no se acogía a extranjeros y que habría medidas restrictivas para estar por las calles”, explican.  

No obstante, encontraron un hotel donde alojarse con la intención de pasar toda la cuarentena allí, hasta el 31 de marzo, porque “veíamos que en España la cosa estaba muy difícil”. 

En Antigua, los primeros días no había toque de queda, pero sí medidas de control de aforo en supermercados, en farmacias, restaurantes cerrados o cajas habilitadas para personas mayores. “La sensación era que Guatemala se lo estaba tomando en serio, pero el problema es que mucha gente allí vive al día y no pueden mantener comercios o puestos cerrados, no pueden permitirse no trabajar. A partir del cuarto o quinto día la gente se empezó a saltar las restricciones”, cuentan.

Punto de inflexión

En este punto, Javier y Nuria tuvieron que tomar una decisión importante: intentar aguantar y continuar con su viaje, con seis meses aún por delante, o renunciar a ello y volver a España.

“Para nosotros el punto de inflexión fue que a nuestro hotel empezaron a llegar personas de diferentes lugares que se tomaban la cuarentena poco en serio. Eso, sumado a que cada vez veíamos más gente en las calles, nos hizo pensar que quizá se les fuera la situación de las manos”, narra Javier.

«Tuvimos que ponderar y decidir si capear el temporal de la pandemia en Guatemala, con sus pros y sus contras, o volver a España»

Javier y Nuria (www.deacaparaalla.es)

El 25 de marzo, la Embajada de España se pone en contacto con ello y les ofrece un vuelo de repatriación. “Tuvimos que ponderar y decidir si capear el temporal de la pandemia en Guatemala, con sus pros y sus contras, o volver. Todos nuestros planes se truncaron, nuestro castillo de naipes se venía abajo, aun con nuestra esperanza de que gestionaran bien la pandemia en Guatemala y que las restricciones de transportes se aliviaran un poco allí”. 

El factor familiar también fue clave en la decisión final de Nuria y Javier. El padre de éste fue hospitalizado con coronavirus, aunque ya está en casa con medidas de aislamiento.  Esto “puso las cosas en perspectiva” y finalmente se decantaron por la repatriación. 

De vuelta a España

El vuelo de regreso estaba previsto para el día 27 de marzo, un vuelo en el que viajaron unas 400 personas desde Guatemala, El Salvador y Honduras.

El personal de la Embajada se mostró muy atento en todo momento y se preocupó de que las familias y los ancianos hicieran primero el proceso de embarque, entregando asimismo guantes y mascarillas a quienes no las tenían. 

“Nos dimos cuenta de que la gente es un poco descerebrada y no se toma las cosas en serio. Después de pasar el control, en la zona de espera, se quitaban las mascarillas y los guantes, y eso teniendo en cuenta que, por probabilidad, éramos población de cierto riesgo, es algo que debería haberse controlado más”, explica Javier, quien añade que “estuvimos seis horas parados en la pista de aterrizaje de Honduras y allí la gente se movía, lo tocaba todo… echamos de menos que la tripulación o el personal de la Embajada se hubiesen puesto más serios”.

Llegada a España

La llegada a España se produjo sin mayores sobresaltos. Tras aterrizar en Madrid el personal de la Embajada se desentendió de la situación. “No nos hicieron ningún control, ni nos dijeron nada. Cogimos la maleta y nos fuimos. Ni control de aduanas ni nada”, señalan. “Nosotros hemos intentado llevar las medidas a rajatabla, teníamos que llegar a Getafe y vinimos en transporte público, en tren, y de Getafe Central en taxi hasta casa de mi hermano”, remarca Javier.

Por fin, cansados y algo decepcionados, ambos están de vuelta en Getafe, en casa, confinados y respetando las medidas restrictivas. Obligados a permanecer encerrados después de haber vivido la plena libertad. Una ironía que, estando cerca de los suyos, se asume de otra forma. “Estamos contentos. Aunque haya acabado así nuestro viaje creemos que no nos vamos a arrepentir”.