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Búscalo en Google

Casi 9 de cada 10 personas de edades comprendidas entre los 16 y los 74 años tienen acceso a internet en nuestro país, (un 86,1 % de la población en esa franja de edad, según los datos del estudio Digital in 2018 de la agencia We are Social). Además, casi el 60% de los ciudadanos utiliza las redes sociales, una tendencia que el pasado año fue al alza.
A falta de confirmar los últimos datos sobre nuestro comportamiento digital más reciente, y ya de lleno en 2019, podemos afirmar que los españoles pasamos varias horas de nuestro tiempo diario en Internet.
Una realidad que lejos de asombrarnos, nos resulta lógica y moderna. La conectividad ya se ha convertido en una forma de vida para la mayoría de nosotros.

9 de cada 10 personas entre los 16 y los 74 años tienen acceso a internet en nuestro país

Sin embargo, ¿sabemos cómo opera internet en nosotros?, ¿cuál es su funcionamiento? o ¿a qué peligros estamos expuestos?.
Son muchas las noticias que se han sucedido este último año sobre los escándalos de la red social Facebook, extendiendo a su vez un debate social en torno a los algoritmos o filtros que utiliza la compañía para seleccionar la información que resulta visible para nosotros, y las posibles repercusiones que podría tener en la polarización de opiniones o la manipulación del discurso político.

El filtro burbuja, término acuñado por el ciberactivista Eli Pariser, es el resultado de una búsqueda personalizada en donde el algoritmo de una página web selecciona, a través de predicciones, la información que al usuario le gustaría ver basado en información acerca de él mismo (en base a su localización, historial de búsquedas, elementos a los que les dio click en el pasado, etcétera).
Esta herramienta es utilizada a día de hoy por Google, Facebook, Apple y Microsoft entre otros. Así es como Amazon nos ofrece sugerencias en función de lo que hemos comprado o mirado en la plataforma en otras ocasiones, y también es lo que hace que Netflix adivine nuestras preferencias como espectadores con un margen de error mínimo. Influye en los vídeos que vemos en YouTube, en los periódicos o blogs que visitamos, en los correos electrónicos que recibimos, los tuits que vemos, impregnando casi toda nuestra actividad digital.

Los usuarios somos alejados de la información que no coincide con nuestros puntos de vista, quedando aislados en burbujas ideológicas

Cuanta más información personalmente relevante sean capaces de ofrecer, más espacios publicitarios podrán vender y, en consecuencia, más probabilidades habrá de que compremos los productos que nos están ofreciendo.
Una estrategia muy simple y claramente lógica que aparentemente nos ayuda a rodearnos de nuestras cosas favoritas.
No obstante, este escenario ideal podría tener implicaciones negativas en el discurso cívico. Como resultado, los usuarios somos alejados de la información que no coincide con nuestros puntos de vista, quedando aislados efectivamente en burbujas ideológicas y culturales, socavando la capacidad individual de pensamiento crítico y haciéndonos más proclives y vulnerables a la propaganda y la manipulación.

En este sentido, Google anunciaba hace casi una década (diciembre de 2009), que utilizaría 57 indicadores –desde el lugar en el que te hubieras conectado o el navegador que estuvieras utilizando hasta lo que hubieras buscado antes– para optimizar sus búsquedas. Incluso sin iniciar ninguna sesión la compañía ofrece resultados personalizados a las búsquedas, mostrando páginas en las que, según predecía, harías clic con más probabilidad.
Donde antes de esa fecha las búsquedas iguales arrojaban iguales resultados, es decir, si un usuario y otro distintos buscaban con las mismas palabras, obtendrían los mismos links en el buscador, a día de hoy, búsquedas idénticas ofrecen resultados distintos para cada usuario.
Hecho reconocido publicamente por Google el 30 de enero de 2018, puesto que las búsquedas actuales de Google obtienen resultados clasificados algorítmicamente en función de la “relevancia”.
Tal y como detalla Eli Pariser en su libro El filtro burbuja: Cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos, quedamos aislados en la burbuja de filtros que nos impide ver aquello que el programa establece que no nos interesa, sin ser conscientes de que esa información existe, con la ficción añadida de creer que tenemos un acceso libre a todo lo que ocurre.

Google ha reconocido la existencia de filtros burbuja dentro de su plataforma

Esta burbuja, además, podría resultar “particularmente perniciosa” en temas políticos, puesto que “los votantes indecisos e inquisitivos recurren a los motores de búsqueda para realizar una investigación básica sobre los candidatos y los problemas en el momento crítico en que están formando sus opiniones”.
Pudiendo tener un efecto significativo en los resultados políticos en conjunto, al obtener información que se sesga hacia un lado debido a las burbujas de filtro personales, desconociendo cómo operan exactamente estos filtros y la información que está quedando oculta, según los investigadores de DuckDuckGo (un buscador alternativo que hace hincapié en la privacidad total de las búsquedas del usuario), en base a un amplio estudio que examinó los resultados al buscar conceptos polémicos en el panorama político de EEUU.
Si la personalización continúa su trayectoria actual, tal y como todo indica, el futuro cercano podía ser mucho más confuso y problemático.
Sin un remedio infalible que nos proteja de los peligros de la personalización de la red, se abre un amplio debate que deberá esbozar una ética digital de cara al futuro, así como sobre la censura, el control y la direccionalidad de los contenidos en la red.
Internet nos ha transformado, pero buscar noticias y opiniones que nos involucren, ensanchar nuestros puntos de vista y reivindicar espacios de pensamiento sigue siendo nuestra responsabilidad.